La bella y descomunal 2666 de Bolaños.

2666, de Roberto Bolaño (Anagrama). Una novela profusa y memorable. La mención de la primera lectura que Jean-Claude Pelletier hizo de Benno von Archimboldi es el salto inevitable hacia las aguas oscuras de la obra póstuma - e inacabada- del escritor chileno. El epicentro físico y narrativo de la historia es Santa Teresa, trasunto de Ciudad Juárez, en donde Archimboldi ha sido visto por última vez. Allí, paralelamente a la absurda búsqueda encarnada por un grupo de académicos europeos, se suceden una serie de asesinatos de mujeres que van apareciendo en los basureros y vertederos de la ciudad. Los relatos, entre mezclados con un sin fin de historias anidadas y un desfile de personajes tragicómicos, van construyendo una trama que huele a muerte, a desierto, a injusticia y a una tristeza indescriptible. Bella y descomunal. Sin principio ni fin. Una obra para la perplejidad. Podrían decirse muchas cosas de esta novela y su contexto. Como, por ejemplo, que mientras la escribía Bolaños sabía que estaba muriendo. También podría contarse que dio precisas instrucciones para que los capítulos que la integran fueran publicados por separado, para así garantizar los beneficios de las ventas a sus herederos (voluntad que, por fortuna, no fue respetada por sus editores). Podrían decirse muchas cosas. Pero me quedo con la sensación que tuve al terminar sus 1125 páginas: una desolación nostálgica e irremediable, algo parecida a la muerte.